viernes, 19 de junio de 2015

No sé si la gente suele creer en los ángeles, esos seres alados y llenos de luz que nos ayudan en la vida cotidiana. Yo ayer me encontré a uno. 
Resulta que me tocaba de nuevo revisión oncológica en el hospital y la médica que habitualmente me ve, no estaba. Confieso que estaba un poco expectante y nerviosa por el desconocido que iba a asumir la responsabilidad de mi caso, sobre todo porque me esperaba un cambio de medicación a más agresivo por mis cambios hormonales. 
Entró el doctor con una sonrisa, nos dio la mano y se presentó. Su voz era serena y cercana. Estuvimos casi treinta minutos hablando y consultando dudas antes de que me explorara. La verdad es que tocamos los temas de siempre: estadísticas, tamoxifeno, recaída, porcentajes... Sin embargo, lo importante no fue el tiempo dedicado si no la forma de tratar el asunto. Por fin una entrevista en la que había ESPERANZA, RELATIVIDAD, EMPATÍA, CONFIANZA EN EL CURSO NATURAL DEL CUERPO.
Hubo un momento en que cerré los ojos, sonreí a mi interior y al abrir los ojos vi dos alas blancas que se prolongaban por la espalda del doctor. 
Ha sido el primer día que he salido de la consulta viendo la luz al final del tunel. ¡Este tunel tiene final!

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