martes, 31 de marzo de 2015

Esta semana ha sido muy impactante... La verdad, primero el accidente de avión en los Alpes franceses y luego la revisión en el hospital. ¿Qué hay de común en cada una de estas circunstancias? Para mí las dos me han llevado de nuevo a sentir ese escalofrío que te pasa por la espalda, recorriendo cada una de las vértebras que te deja helada el alma. En palabras es algo muy simple y humano: MIEDO.
Miedo a morir, miedo a que las cosas no vayan como quieres, miedo a no poder confiar en nadie, miedo al futuro desconocido...
¿Hacia dónde caminaremos si no podemos confiar en los demás, en la buena fe con la que debemos realizar nuestras tareas cotidianas? Da igual que sea piloto que médico. La falta de confianza nos lleva a la inseguridad y al miedo.
Y es en casa, con mi hijo, cuando aprendo otra lección de vida. Él cree que yo busco lo mejor para él, a pesar de mis meteduras de pata. Él cree que soy la mejor madre del mundo, y por eso me da confianza. Él me mira con sus ojos limpios, porque cree en las buenas intenciones que tengo cuando le pido algo. Él no tiene miedo, porque vive el momento presente como si fuera un regalo. 
Y es a la vez que creemos cuando creamos.

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